martes, 22 de septiembre de 2009

Añoranza (Marzo 1980)

¡Mira Manchas! ¡Fíjate cuantas estrellas están regadas por el cielo! ¡Y cómo la luna ya trepó hasta mero arriba! ¿Sabes una cosa? Cada vez que alguien se muere se enciende una estrella.

¡Sí! Eso fue lo que me dijo mamá antes de morirse, por eso cuando se murió pasé la noche buscando la suya por todo el cielo, pero eran tantas las que se prendían y otras que se apagaban que no supe cuál era la de ella.

¡Pero no importa! Porque de todos modos ella nos mira y nos cuida desde allá arriba, donde está la casa de Dios, aunque diga el cura que su casa es la iglesia, yo creo que Dios vive en el cielo con el Sol y la Luna y cuando está triste llora con la lluvia, luego se contenta con el arco iris y cuando él se ríe, las flores se perfuman más, el arroyo canta y los pájaros trinan y también están con él las almas que ha convertido en estrella para guiarnos a lo que vivimos aquí en la Tierra.
Juancho le dijo un día a papá que había visto caerse varias estrellas, yo no sé si puedan caerse, pero a veces pienso que los cocuyos son pedacitos de un lucero que se cayó y que alborotan entre las plantas y los árboles buscando el perfume y recogiendo el rocío para mezclarlo con el canto de los grillos y hacer un pegamento con el que puedan juntarse otra vez y poder volar y volar hasta tomar otra vez su lugar en el cielo.

¿Ya tienes hambre verdad “Manchas”? No te preocupes, papá ya no tardará en llegar y nos dará pan y leche tibia, de la que ordeñó en la mañana. ¿Oye viste como se puso contenta la Pinta ora que la llevamos al río? ¡Metía la cabeza al agua y chapaleaba con la cola rete fuerte! A mí también me gusta mucho ir al río y sentarme en las peñas a oír su música y aventarles cachitos de pan a los pececitos de colores que juguetean en la orilla, junto a las raíces de los árboles grandes y frondosos que extienden sus ramas sobre el río.

A Juancho le gusta subirse por esas ramas y buscar los nidos de los pájaros para robarles los polluelos y venderlos en el pueblo, con ese dinero compra aguardiente que luego bebe por la noche acostado sobre la paja del granero.
A mí me parece muy feo eso de quitarles sus hijitos a los pájaros, yo los he visto rete angustiado revoloteando sobre la casa buscándolos horas y horas. Lo que me gusta es mirar cómo sus papás los enseñan a cantar y a volar y a zambullirse en el agua, elevándose otra vez llevando en el pico un pescadito que se retuerce desesperado.

También en las mañanas cuando saludan al Sol y se vuelven locos de alegría volando de un lado a otro, lanzando sus mejores cantos… ¿Sabes una cosa Manchas? yo quisiera ser uno de ellos y volar en la noche por todo el cielo hasta encontrar la estrella de mi mamá y poderla visitar diario, diario hasta que un día ya no pueda regresar acá y me quede con ella pa’siempre.

¡Pero no te pongas triste Manchas porque cuando eso pase, ya estaré muy cerquita de Dios y entonces le pediré que te dé tu estrella muy juntito a nosotros!
Cuando pienso en todo esto me dan hartas ganas de chillar, pero dice mi papá que los hombres no chillan y menos por tonterías, yo no sé si serán tonterías, pero ahora cuando siento ganas de llorar mejor me voy al río a tirarme en las peñas donde nada más me miren los pájaros y las estrellas y me consuele el canto del río.

¡Pero mira Manchas! ¡Ya viene mi papá! Pronto comeremos una rebanada de pan y un poco de leche tibia, ¡Ven vamos con él!

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