martes, 22 de septiembre de 2009

Pequeña oración (1980)

Todos mis sentidos se abren para recibir un día más,

pletórico de ilusión, anhelos, esperanzas.

Hoy los rayos del sol se deslizan por mi piel,

transmitiéndome la dulce emoción de existir,

de gozar este sueño de Dios hecho realidad por su aliento divino.


Las penas y tristezas que ayer abrieron surcos en mi alma

se diluyen hoy ante este cielo esplendoroso que me invita

a
vivir por amor y para amar.

Soy la obra de Dios y mi obra está en quienes me aman.


Jamás negaré mi lugar en la vida porque jamás Dios me

negará el acceso a la dicha y a la felicidad.


He llorado como el cielo, pero también he reído como el Sol

he sentido la aridez en el alma como la lleva el viento,

pero en las noches estrelladas me he colmado de ternura,

me he aceptado como soy, para fundirme en la vida,

para diluirme en Dios.


Soy una partícula perdida en el infinito,

pero soy el todo
grandioso de mi existencia y

mi existencia es grandiosa en el infinito,

porque mi alma entona el canto de la vida,

y en mis sentidos, palpita el amor.

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