La mañana avanzaba suavemente, devorando los minutos y disipando las sombras. Los rayos del sol penetraron por todo el jardín y lo llenaron con su luz dorada. Las flores rojas del nopalillo poco a poco iban abriendo sus corolas, hasta tomar la forma de una estrella sangrante que se abría a la vida; el rocío depositado por la noche sobre los sensitivos pétalos de las rosas aún no se evaporaba y su perfume se esparcía por todo el jardín.
Algunos colibríes ya empezaban a chupar el néctar de las flores bugambilia, algunas mariposas con su vuelo tembloroso volaban de flor en flor al igual que las abejas. Todos danzando el ritmo ingenioso de la vida en su deseo de continuarse.
Una gran jaula pendía de un árbol y en ella se encontraba un jilguerillo que alegremente saludaba al nuevo día. Una cascada de bellas armonías brotaba de su garganta, que se inflaba y contraía rítmicamente. Después de revolotear por un rato entre las ramas de la higuera, un gorrión llegó a posarse sobre la jaula del jilguero y entabló una alegre plática, lleno de autosuficiencia frente al morador.
- No me explico cómo tienes ánimo para cantar estando ahí encerrado, mi querido amigo. Creo que si yo fuera privado de mi libertad, si no pudiera volar por el cielo, si no pudiera buscar a mis hermanos por el bosque, si no pudiera buscar la comida que más me gusta y me conformara con lo que me dan, me moriría de pena y tristeza.
- ¡Ah, mi querido amigo! Entiendo tus puntos de vista y hasta los comprendo, pero no los comparto –Contestó el jilguero interrumpiendo su canto- Verás, hace algunas semanas yo también disfrutaba volando por el azul brillante del cielo ¡Qué delicia sentir los rayos del sol sobre mi plumaje! ¡Y las caricias del aire! Pero un día al tratar de escapar de un gavilán me estrellé con el tronco de un árbol y caí moribundo, unos niños me encontraron y me trajeron aquí para curarme. Me brindaron protección y cariño, mucho cariño. Así me recuperé y desde entonces vivo feliz aquí, pero ¿Sabes? Cuando canto, alegro a quien que me escucha, la gente se acerca a mí, me dice cosas que no entiendo pero las siento como buenas en mi corazón. Además, al sentirme querido y aceptado, también me siento útil y ya no me importa tanto el no poder viajar como tú lo haces.
- Pues, no sabes todo lo que has perdido…–Contestó un poco desconcertado el gorrión- Claro, la libertad tiene sus riesgos: yo también me he topado con gavilanes y recordarlo aún me produce mucho miedo. Tengo que cuidarme de los gatos, y además, me preocupa no poder encontrar a los míos y ¿Para qué te miento? También me da miedo no encontrar suficiente alimento antes de que llegue el momento de emigrar al sur para escapar del invierno. No contar con las fuerzas necesarias para el viaje, es una idea que me aterra tanto como las piedras que a veces me arrojan los críos de los humanos para derribarme.
- Bueno, y si tanto te aterra tu situación ¿Porqué no buscas otros campos o alguna otra ciudad? –Preguntó el jilguero.
- ¿Qué? ¡Pero estás loco! –Contestó airado el gorrión- ¿Y enfrentar nuevamente peligros desconocidos? Al menos aquí ya sé de quién cuidarme, pero ¿En otra ciudad? ¡Ni pensarlo! De imaginar que me pueden atrapar y encerrar en una cárcel como ésta en la que vives… ¡Sería la muerte! ¿Cómo se te ocurre?
- Amigo gorrión me doy cuenta, platicando contigo, que yo estoy cautivo dentro de esta jaula, impedido de hacer muchas cosas que me gustaría. Pero tú eres quien realmente vive prisionero, esclavizado a tus miedos y eso que llamas libertad no es más que área de vuelo, no puedes entender que tu libertad no está en las alas. Está en tu corazón, en tu mente, está en dejar que tu espíritu se expanda y pueda vibrar con el amor, buscando siempre hacer el bien. Cuando eres libre nada te ata a un lugar, con el poder de tu mente puedes viajar al horizonte en el atardecer para bañarte con su luz, o puedes soñarte volando hacia las estrellas en una noche clara o puedes pensar en el amor, en tus hijos o en tus nietos, también en la amistad; porque la libertad ha de servirte para ser más responsable y así sentirte involucrado con la vida, motivado para sacar lo mejor de ti y Eso es saberte luz, energía y amor.
El gorrión se quedó sin saber qué contestar, balbuceó un adiós malhumorado y marchó cuidándose de los gatos, del gavilán y de los críos de los hombres que arrojan piedras para interrumpir el vuelo de las aves. El jilguero por su parte, reanudó su canto con mayor alegría pensando en el poco espacio y tan pocas cosas que necesita para ser feliz.
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