martes, 22 de septiembre de 2009

¡Pobre! ¡Pobre de la muerte! (Marzo 1980)

Primavera, hoy tu nombre ha quedado tachonado con coágulos de sangre, sangre que se irá secando, formando costras negruzcas que quedarán como estigma de tu tiempo.

Porque la muerte cabrona de osamenta descarnada,

en injusta e ilógica labor, ha pasado a nuestro lado,

rozando con su helado manto nuestros espinazos,

espeluznándonos y llenándonos de incredulidad.

Sin ser presentida, se ha deslizado en la oscuridad de la noche

por retorcidos callejones, hasta envolver a su presa

en el vértigo de su aliento letal.

La tierra ha reclamado lo suyo,

anegándolo con un líquido verdoso y pestilente.

Arriba la Luna mudo testigo, palidece de horror y de pena.

Cuatro rotaciones de la Tierra

clavan la incertidumbre y el

temor como una espina en la mente.

Hasta que un ruido intermitente apuñala los sentidos

dando fin a la espera,

la angustia, el dolor, y el miedo, brotan de las entrañas

anudando la garganta,

asomando los ojos que se cubren de llanto.

No hay mente, razón, ni ideas, sólo el gemido desgarrador

que sale del alma hecha añicos, por la brutal revelación.

La incapacidad de sentir algo que no sea el vacío,

la sensación de pequeñez, de impotencia se posesiona

de algunos testigos, en otros

el morbo secular, destella en las pupilas y chasquea

en la lengua hambrienta de necrofilia, y otros más

ven el escaparate donde aumentar su pequeñez.

Después, la especulación en los labios mediocres

ufanos de sabiduría, satura el ambiente.

¡Muertos de hoy, de ayer, de todos los tiempos!

¡No toquen a la puerta de mi cerebro para platicar,

que hoy no les he de abrir!

Ni tampoco quiero hablar de mí, que sólo soy una mota

animada de polvo que va de un punto a otro punto,

desintegrándose lentamente en el ínterin

¡Quiero hablar contigo!

¡Parca absurdamente implacable, misteriosa e incongruente!

que lo mismo te cuelas sigilosamente por el umbral de las puertas

para besar repentinamente con tu boca descarnada los labios

castos e inocentes, que los marchitos y pecadores.

¡Tú muerte cargada de celos y envidia!

que te escondes en cánceres, tuberculosis, tumores, gangrenas,

diabetes, cirrosis, conmociones, pestes, etc.

para robar el último aliento.

Que te ocultas en el filo homicida del puñal delincuente

que ahoga la voz en estertores, en contracciones,

en espasmos, en convulsiones,

¡A ti muerte insensible!

Que dejas las señales de tu presencia, en las llantas

que derrapan en el asfalto,

en el ruido sordo y seco de las coaliciones,

en los hierros retorcidos que exprimen lentamente el jugo de la vida,

o que profanan nuestras funciones vitales, suprimiéndolas violentamente ¡Patrona de sátrapas!

Que tiñen de sangre hermana, aldeas, villas, pueblos, ciudades, países, ¡Usurera del tiempo!, que medras con el hambre y la miseria.

¡Proveedora de panteones que te surtes en los saldos

de hospitales y de guerras!

¡Hoy me inspiras una infinita compasión!

Sí, siento lástima de ti

porque dentro de tu macabra labor, nos tienes envidia.

¡Sí! mientras nosotros somos un instante en la cuenta del tiempo

tú has sido condenada por los Dioses a cadena perpetua

¿Qué delito has cometido, que has sido destinada a cerrar los ojos

del primero hasta el último mortal?

¿Por qué, se te niega el descanso eterno e infinito tan necesario?

No, no eres el semi Dios implacable y traicionero,

que embosca a sus víctimas en los recodos de la vida

sólo eres un preso,

condenado a cumplir su destino hasta el fin de la humanidad,

¡Muerte, que lástima, que lástima me das!

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