Primavera, hoy tu nombre ha quedado tachonado con coágulos de sangre, sangre que se irá secando, formando costras negruzcas que quedarán como estigma de tu tiempo.
Porque la muerte cabrona de osamenta descarnada,
en injusta e ilógica labor, ha pasado a nuestro lado,
rozando con su helado manto nuestros espinazos,
espeluznándonos y llenándonos de incredulidad.
Sin ser presentida, se ha deslizado en la oscuridad de la noche
por retorcidos callejones, hasta envolver a su presa
en el vértigo de su aliento letal.
La tierra ha reclamado lo suyo,
anegándolo con un líquido verdoso y pestilente.
Arriba la Luna mudo testigo, palidece de horror y de pena.
Cuatro rotaciones de la Tierra
clavan la incertidumbre y el
temor como una espina en la mente.
Hasta que un ruido intermitente apuñala los sentidos
dando fin a la espera,
la angustia, el dolor, y el miedo, brotan de las entrañas
anudando la garganta,
asomando los ojos que se cubren de llanto.
No hay mente, razón, ni ideas, sólo el gemido desgarrador
que sale del alma hecha añicos, por la brutal revelación.
La incapacidad de sentir algo que no sea el vacío,
la sensación de pequeñez, de impotencia se posesiona
de algunos testigos, en otros
el morbo secular, destella en las pupilas y chasquea
en la lengua hambrienta de necrofilia, y otros más
ven el escaparate donde aumentar su pequeñez.
Después, la especulación en los labios mediocres
ufanos de sabiduría, satura el ambiente.
¡Muertos de hoy, de ayer, de todos los tiempos!
¡No toquen a la puerta de mi cerebro para platicar,
que hoy no les he de abrir!
Ni tampoco quiero hablar de mí, que sólo soy una mota
animada de polvo que va de un punto a otro punto,
desintegrándose lentamente en el ínterin
¡Quiero hablar contigo!
¡Parca absurdamente implacable, misteriosa e incongruente!
que lo mismo te cuelas sigilosamente por el umbral de las puertas
para besar repentinamente con tu boca descarnada los labios
castos e inocentes, que los marchitos y pecadores.
¡Tú muerte cargada de celos y envidia!
que te escondes en cánceres, tuberculosis, tumores, gangrenas,
diabetes, cirrosis, conmociones, pestes, etc.
para robar el último aliento.
Que te ocultas en el filo homicida del puñal delincuente
que ahoga la voz en estertores, en contracciones,
en espasmos, en convulsiones,
¡A ti muerte insensible!
Que dejas las señales de tu presencia, en las llantas
que derrapan en el asfalto,
en el ruido sordo y seco de las coaliciones,
en los hierros retorcidos que exprimen lentamente el jugo de la vida,
o que profanan nuestras funciones vitales, suprimiéndolas violentamente ¡Patrona de sátrapas!
Que tiñen de sangre hermana, aldeas, villas, pueblos, ciudades, países, ¡Usurera del tiempo!, que medras con el hambre y la miseria.
¡Proveedora de panteones que te surtes en los saldos
de hospitales y de guerras!
¡Hoy me inspiras una infinita compasión!
Sí, siento lástima de ti
porque dentro de tu macabra labor, nos tienes envidia.
¡Sí! mientras nosotros somos un instante en la cuenta del tiempo
tú has sido condenada por los Dioses a cadena perpetua
¿Qué delito has cometido, que has sido destinada a cerrar los ojos
del primero hasta el último mortal?
¿Por qué, se te niega el descanso eterno e infinito tan necesario?
No, no eres el semi Dios implacable y traicionero,
que embosca a sus víctimas en los recodos de la vida
sólo eres un preso,
condenado a cumplir su destino hasta el fin de la humanidad,
¡Muerte, que lástima, que lástima me das!
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