Anoche mientras dormía tuve un sueño terroríficamente impactante. Un sinfín de gusanos reptaban presurosos hacia un punto especial, formando ahí una masa palpitante en la que se devoraban unos a otros en un festín macabro. Se retiraban aparentemente satisfechos, dejando a su paso un hilillo tornasolado y baboso desde su vientre, que quedaba como único vestigio de su presencia. Después, regresaban sobre su rastro inmundo para iniciar otra vez el mismo ritual y retirarse chorreando una sustancia verdosa y nauseabunda. Hedía el ambiente. De pronto advertí que, con cada evolución, sus rasgos se modificaban. Se volvían grotescamente humanoides.
Me sentí irremediablemente fascinado, cuando uno giró su cuerpo oscuro y espinoso, cubierto de sangre verde, me miró fijamente con sus ojos llenos de reproche y, con terror, advertí ¡que tenía plasmados mis propios rasgos en su rostro!
Me sentí irremediablemente fascinado, cuando uno giró su cuerpo oscuro y espinoso, cubierto de sangre verde, me miró fijamente con sus ojos llenos de reproche y, con terror, advertí ¡que tenía plasmados mis propios rasgos en su rostro!
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